Orgullo Peñalolino:

Carlos Curinao y la tradición mapuche de los Chemamull en Peñalolén

Vive en la comuna desde hace más de 40 años y nunca pensó que pasaría de ser un experto en electricidad automotriz a escultor de estas figuras ancestrales.

Carlos Curinao era un veinteañero cuando a fines de los ’70 llegó desde Futrono a vivir a Peñalolén.  En el sur creció mirando cómo sus tíos fabricaban a punta de hachas distintos Chemamull, un término que en mapudungún se traduce como “gente de madera” y que con el tiempo se ha transformado en un símbolo de resistencia cultural mapuche, de fortalecimiento de la identidad  indígena y de sentido de comunidad.

“En la que es hoy la Región de Los Ríos los usaban para ponerlos en los cruces. Allá le dicen ‘pata de gallina’ cuando se juntan tres caminos. Entonces ahí ponían los Chemamull. También en la entrada de los cementerios, para que cuiden. Son figuras muy respetadas, sobre todo por los antiguos”.

Lo que nunca imaginó, eso sí,  es que sería el encargado de mantener esa tradición en la capital,  y particularmente en Peñalolén. Pero así ocurrió, porque es quien talló el Chemamull que luce hoy al interior del Centro Educacional Mariano Egaña  de Lo Hermida, y que pudo materializarse gracias a  que ganó un fondo de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi)  para hacer un aporte a la interculturalidad.

Resulta curioso para el propio Carlos que esta obra, que lo convirtió en el orgullo peñalolino de este mes, la confeccionara después de desempeñarse por más de 30 años como técnico experto en embobinados y motores de partida. Lo suyo, dice, siempre fueron “los alambres”, pero el destino lo llevó a fortalecer sus raíces y a retomar con fuerza esta tradición familiar que tiene un origen ancestral.

Fue una transformación que vivió una vez que se declaró la pandemia, cuando en su trabajo cambiaron las condiciones y decidió renunciar. Reconoce que no lo pasó tan mal durante el  confinamiento porque le empezó a ir bien como carpintero. “Me fue súper bien, trabajé dos meses haciendo eso. Hacía carretitas chicas, saleros, y otras cosas, todo en madera. Con eso tuve para darme vueltas”.

En ese período encontró en su teléfono una invitación para postular a uno de los programas Impulsa de la Corporación Yunus. Lo hizo, salió favorecido y los 100 mil pesos que consiguió los invirtió en algunas herramientas. “Todavía tengo guardadas todas las boletas, me compré mis herramientitas y seguí trabajando”.

Por esos días, su señora, Angélica Namuncura,  lo alentó a postular a un fondo de Conadi para la fabricación de un Chemamull. El tiempo había pasado, pero esos conocimientos, asegura, se llevan por siempre. Ese fue el origen de la enorme figura que se inauguró oficialmente en una ceremonia encabezada por la Alcaldesa Carolina Leitao.

“Como pertenezco a una asociación indígena, llegó la noticia de que habían fondos de la Conadi y se podían hacer Chemamull, pero había que buscar donde instalarlo. Entonces postulé y me lo gané. Me ayudó mucho la Oficina de Pueblos Originarios de la Municipalidad. Viajé una semana a Los Ríos y me traje la madera, que tiene que ser nativa”.

A esa  inauguración, donde se llevó a cabo una rogativa Mapuche,   asistieron su esposa, su hija, sus dos hijos y sus dos nietos. Recuerda que ese día, su hijo de 23 años  que lo ayudó a construir el Chemamull,  le dijo que se sentía orgulloso de él por identificarse siempre con sus orígenes.

“Él me contó que en el colegio lo discriminaron mucho tiempo  los mismos que después querían ser Mapuche cuando se abrieron las becas indígenas. Nunca había escuchado eso de él. Me dijo ‘me siento orgulloso de ti. Yo nunca bajé los brazos papá. Nunca me avergoncé de ser mapuche y tampoco me lo cuestioné. Siempre me trataron de tirar para abajo y nunca pudieron’. Es algo que me emociona mucho”, concluye.